Por Soledad Segura
“Mario Pereyra es incansable. Su voz se escucha por toda la ciudad…”, cantaba Ángel Eduardo “el Negro” Videla.
Mario Pereyra fue un ícono de la radio cordobesa y del interior del país durante décadas, el comunicador más influyente de Córdoba y de las provincias que no son Buenos Aires.
Nunca fui su oyente, aunque es como si lo hubiera sido: su omnipresencia en los medios de esta provincia era insoslayable. Cuando llegué a estudiar a la UNC, lo primero que escuché en la radio de la residencia estudiantil donde vivía, fue su voz todas las mañanas. La experiencia se repetía en cada taxi, en cada colectivo, en muchas casas.
Como persona, quienes trabajaron con él e, incluso, quienes no lo hicieron y estuvieron en sus antípodas ideológicas, lo recuerdan como lúcido, culto, generoso, trabajando en equipo. Y puede que lo haya sido.
Como empresario, construyó el único medio federal con cabecera fuera de Buenos Aires. Lo hizo desde Córdoba y, además, siendo sanjuanino, del interior del interior. Eso es meritorio en un país con un sistema político, económico, demográfico y mediático tan centralista como el argentino.
Como empresario de medios, creció gracias al favor de los gobiernos, especialmente el nacional de Carlos Menem que privatizó LV3 Radio Córdoba en 1990 y les facilitó su compra a él y a sus socios, y los provinciales que los favorecieron con la asignación de pauta oficial y acceso a primicias. Mecanismo similar de crecimiento que el de todas las grandes empresas de medios del país.
Como empresario de medios, tampoco tuvo buen vínculo con el CISPREN, el sindicato de prensa de Córdoba, que tiene una larga historia de lucha con su multimedio.
Como empresario de medios, presionó a lxs políticxs para que le pongan pauta. Lo mismo hacen también otras corporaciones mediáticas grandes del país.
Como comunicador, logró construir un discurso y estilo popular, impecable sonido y despliegue, agenda ambiciosa, combinó un excelente programa periodístico con movileros que hacían notas intrascendentes, música de cuarteto y melódica, habla coloquial, sencilla y meditadamente anti-intelectual, que cautivó a las mayorías en Córdoba y en otras provincias por décadas.
Era el comunicador más influyente de Córdoba sin dudas. Interpretaba y, a la vez, configuraba a las mayorías en esta provincia y en muchas otras. Desde lo local y popular, trascendió con creces lo local y popular. Eso es un mérito. Es algo muy difícil de lograr y de sostener en el tiempo, algo que no pudieron hacer tantxs otrxs.
Desde los años 80 fue expresión de, pero también fomentó y ayudó a crear y consolidar, la Córdoba reconfigurada por Menéndez y Primatesta, paisajística, religiosa, popular, humorística, costumbrista. No casualmente, la sala de prensa de la Policía de la Provincia lleva su nombre. Fue el espadachín discursivo del “cordobesismo”.
Si bien tenía un discurso vitalista, costumbrista, familiero y amiguero, su prédica se alejaba de la vida. No es menor que haya apoyado políticamente a Luciano Benjamín Menéndez, el mayor represor cordobés y de las provincias que no son Buenos Aires. No es menor que pregonara contra las medidas de aislamiento y distanciamiento social preventivo y obligatorio durante la pandemia de COVID-19.
Murió de COVID-19 quien criticaba las medidas de cuidado al punto de decir –apenas dos meses antes de morir y un mes antes de enfermarse- que eran medidas dictatoriales peores que las de la dictadura del “pobrecito” Pinochet.
Como dijo Dante Leguizamón, periodista cordobés, con los fallecimientos de Mario Pereyra en 2020 y del ex gobernador José Manuel De la Sota en 2018 y el inminente final del gobierno de Schiaretti en 2023, se van gran parte de las principales figuras que configuraron Córdoba en los últimos 30 años. Ningunó dejó sucesores claros, aunque formaron a mucha gente, armaron equipos y crearon instituciones, y muchxs se auto-reivindican como herederexs.
Comienza una nueva etapa.
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