Por Fabio Martínez
Los tatuajes que un escritor o escritora debería tener – II
Esta debería ser la última nota sobre un taller de escritura creativa. La secuencia lógica, de manera simplista, sería: impulso, idea, escritura, desecho de escritura, hallazgo de una voz, más escritura y al final corrección.
Luciano Lamberti, en la época en que vivía en Córdoba y coordinaba talleres literarios repetía siempre que corregir era parte de escribir. Que si no te gusta, estás perdido. Esta idea fue tomada como un mantra para muchos de los que fuimos sus alumnos. Es más, si algún aspirante a escritor me pediría un consejo, le diría que se tatuara esa frase en las muñecas: corregir es escribir.
Hace algunos años, junto a un grupo de escritores, armamos una clínica de corrección. Los participantes eran Pablo Natale, Natalia Ferreyra, Agustín Ducanto, Belén Davil y yo. Nos juntábamos una vez al mes, los jueves. La modalidad era simple. Uno mandaba un conjunto de cuentos o un proyecto de novela. El resto leía y un jueves al mes nos reuníamos y empezaba la masacre. Yo corregí La asombrosa Laguna del Cielo y una primera versión de La guardia de la noche en esas clínicas de corrección y les aseguro que me mataron, y que dolió. Los acusé de leer sin amor. Pero con el tiempo, entendí que cada observación, cada comentario, cada crítica que me habían hecho eran correctas y que si quería mejorar los textos, tenía que tenerlos en cuenta y corregir.
Pero esta nota no es para hablar de mí, sino de un libro que salió hace poco y se llama Antes de que te vayas de casa (Editorial Nudista) de Pablo Natale. En esa clínica de corrección tuvimos la oportunidad de leer una primera versión de ese libro. Era corto, no llegaba ni a las cincuenta páginas y consistía en 48 ejercicios de escritura. Era solo eso. Era un libro interesante, lúdico, experimental como nos tiene acostumbrado Natale, pero tenía gusto a poco. Recuerdo que en esos ejercicios había un par que narraban la vida de una pareja que se derrumbaba. Una pareja que se mudaba a una nueva casa y las cosas no funcionaban. Eran textos cortos y hermosos. Como era habitual, la clínica hizo su trabajo y lo masacramos. Natale lo tomó con más dignidad, anotó cada una de las sugerencias. Hizo preguntas. Una de las cosas que le marcamos fue que queríamos saber más de esa pareja, que narrara más cosas, no solo el desastre, la separación, sino esos momentos donde ellos están juntos y resisten y creen que la cosa puede funcionar.
Natale trabajó ese texto, lo reescribió, lo profundizó y lo mandó al concurso de novela del Fondo Nacional de las Artes y sacó un tercer premio. Este año, Editorial Nudista se lo publicó. Hace unas semanas fue la presentación. Me compré un ejemplar y me di con la sorpresa de que esas cincuenta páginas, esos 48 ejercicios de escritura se habían convertido en una novela de más de ciento treinta páginas. Y la historia de la pareja se narra en más capítulos. En realidad los 48 ejercicios son un libro dentro de otro libro. Una historia dentro de otra historia. La historia de un escritor que se mudó con su compañera y las cosas no funcionan. Entonces escribe como la única manera de soportar el derrumbe. Escribe como un gesto de amor. Cada noche le deja un cuento a su compañera debajo de la almohada. Historias que ella no entiende.
Sigue siendo una novela experimental, escrita a partir de fragmentos, pero al mismo tiempo hermosa y dolorosa porque a pesar de que uno crea que la ficción, que la literatura nos puede llegar a salvar, esto nunca sucede. Tan solo ilumina momentos de fuerte oscuridad, que no es poco.
Natale no tiene tatuado en sus muñecas: corregir es escribir. Pero estoy seguro que sabe que ese es el único camino posible.
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